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La Via Urbana

Hacia un pacto social urbano centrado en un nuevo ciudadano: Las bases de la propuesta de la Campaña ¡Cero desalojos!

El fracaso del modelo neoliberal de ciudad

Según se acerca el Foro Urbano Internacional (que tendrá lugar en Pekín del 4 al 7 de noviembre de 2008), treinta y dos años después de la primera cumbre internacional sobre temas urbanos (Habitat I, que se celebró en Vancouver), cuesta creer que las cumbres internacionales y las declaraciones que en ella se hacen tengan verdadera relevancia.

De hecho, después de todos estos años, no se ha conseguido ninguno de los objetivos o metas ni siquiera de manera parcial: a un 15% de la población mundial se la ha desalojado a la fuerza como resultado de las inversiones extranjeras en paises cuya deuda exterior es muy elevada (Nairobi, Karachi, Bombay, Nueva Delhi, Estambul, etc.) o en países que están en periodo de transición a una economía de mercado (paises de Europa del Este, incluido Rusia), por la privatización y liberalización del mercado inmobiliario (los países de la Unión Europea o los Estados Unidos), por limpieza étnica (desde la antigua Yugoslavia hasta el Congo e Italia), o por la especulación del terreno (República Dominicana, Panamá, etc.), por una malentendida protección medioambiental (Chennai, Ushuaia, etc.), por invasiones y guerras (Palestina, Colombia, México y otros) o por la especulación tras desastres naturales como el Tsunami o el huracán Katrina.

Por la misma razón hay pocas posibilidades de que se cumplan los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU. El objetivo era mejorar las condiciones de vida de 100 millones de personas para el 2020, pero la previsión de que habrá 700 millones más de habitantes en poblados de chabolas es más realista.

La principal razón de esta discrepancia es el fracaso de las estrategias que conferían la principal responsabilidad a la hora de fomentar la vivienda al mercado, asumiendo que si éste se auto-gobernase las desigualdades existentes se corregirían. En lugar de mejorar las condiciones de vida de la mayoría de las ciudades, la globalización neoliberal ha provocado nuevos problemas derivados de la comercialización de la tierra y de los servicios básicos y por el desperdicio de recursos limitados como el agua.

Este fenómeno está causando una rápida pérdida de identidad de las comunidades urbanas y de los territorios urbanos, un aumento de la segregación y la marginación de los pobres, una creciente violación de los derechos humanos fundamentales como el derecho a la vivienda y el derecho a formar parte, una subida indiscriminada del precio del terreno, desalojos masivos y la eliminación de normas básicas, que se desmoronan bajo el peso de grandes sumas de dinero.

Además, las políticas neoliberales y los programas de reformas estructurales han favorecido la privatización de los servicios públicos en todo el mundo y la transferencia de responsabilidades básicas a las comunidades locales, en ambos casos a través de las autoridades locales y ONGs, mientras que el Estado fracasa a la hora de proveer una financiación adecuada para la vivienda, concentrándose sólo en campañas de ayuda social para los pobres cuyo número ha crecido en todo el mundo durante la última década.

La supremacía del capital en las ciudades del tercer mundo sólo puede llevar hacia un mundo donde se hagan realidad las escalofriantes predicciones hechas por George Orwell en su famoso libro “1984”: ciudades donde la policía controle a millones de habitantes pobres que sobreviven con gran dificultad a la sombra de la ciudad oficial. Las únicas personas que podrían dudar de la veracidad de esta afirmación son aquellas que no están familiarizadas con las carencias que sufre la mayoría de la población de las ciudades de los llamados países en vías de desarrollo como Lima, São Paulo, México DF, Buenos Aires, Abuja, Nairobi y Harare.

Hoy en día la desigualdad es mucho más profunda, hasta tal punto que se cuestiona la gobernabilidad de las ciudades del mundo debido al desarrollo de dos mundos diferentes pero tremendamente interconectados, uno formal y otro informal, cada uno de los cuales desarrolla sus propias normas y reglas.

En lo que respecta a las ciudades del “primer mundo” o a aquellas en transición hacia la economía de mercado cabe decir que cualquier observador internacional puede ver el acelerado proceso de “tercer mundialización ” que experimentan cada año. Este proceso es producto no sólo de la creciente emigración, sino del deterioro de las condiciones de vida, la vuelta de los suburbios a las ciudades europeas y la creación de guetos como los que recientemente han llevado a algunos jóvenes a sublevarse en los barrios más pobres de París. No olvidemos ciudades históricas como Venecia, Rennes y Aquisgrán en las que sus habitantes son desalojados o las demoliciones y realojos masivos en Pekín relacionados con los Juegos Olímpicos (y esto es lo que significa realmente “aburguesamiento” :despilfarrar el dinamismo de la vida de las comunidades y desposeerlo de su significado y sustancia).

En este contexto, la idea de basar las políticas públicas en la formalización de prácticas informales, la simplificación de las normas administrativas y la progresiva eliminación de toda referencia al “derecho a la vivienda” en los documentos de la ONU-Habitat es increíblemente superficial e ingenua.

La Campaña ¡Cero desalojos!: una innovadora campaña g-local para los habitantes de las ciudades

Para combatir esta dramática situación, la Alianza Internacional de Habitantes ha lanzado la Campaña ¡Cero desalojos!1 en el 4º Foro Social Mundial (Bombay, enero de 2004), para fomentar la solidaridad de la comunidad internacional desde los cimientos (que son los habitantes de las ciudades involucrados directamente en estos cambios) para restablecer su esperanza de conseguir dignidad y seguridad en la vivienda.

Estamos hablando de una innovadora estrategia g-local que se inspira en los principios de la Declaración de Caracas y en la Carta de principios del Foro Social Mundial. Los habitantes de las ciudades en este reto g-local, exigen tomar parte en la construcción de las viviendas del futuro, no sólo como meros usuarios o como precarios clientes del territorio en que viven. Por esta razón, ya no les satisfacen las soluciones que no cumplen los retos fundamentales de la lógica interna del mercado.

El objetivo es asegurar el derecho a la vivienda para todos: nadie debe ser desalojado. Si los habitantes tienen que ser realojados, tendrán que encontrarles antes otro alojamiento, decente y seguro, y contar con la aprobación de los habitantes a los que concierna. Esto significa respetar el Artículo 11 del Convenio Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales haciendo especial hincapié en las cláusulas generales nº4 y nº7 del Comité de Derechos Humanos de la ONU.

La Campaña ¡Cero desalojos! Funciona a distintos niveles dependiendo del compromiso y la movilización de las organizaciones locales correspondientes y la gravedad de la situación:

  • Un sistema de alerta internacional con “antenas” locales contra la violación del derecho a la vivienda.
  • Llamamientos a la solidaridad internacional.
  • Propuestas para las misiones de exploración y conciliación a cargo del Grupo Asesor sobre Desalojos Forzosos de la ONU (AGFE, sus siglas en inglés).
  • Ayuda para compartir las experiencias y la buena praxis en lo que se refiere a la lucha contra los desalojos mediante organizaciones de habitantes, autoridades locales y otros agentes.
  • Ayuda para preparar y monitorizar los planes de acción locales, nacionales e internacionales para asegurar la tenencia de la vivienda.

La Campaña ¡Cero desalojos! comienza con la resistencia ante los desalojos y acaba proponeiendo soluciones alternativas. Tomemos como ejemplo el movimiento de los alcaldes de las ciudades francesas que, tras los sucesos de Bobigny, han implementado unas ordenanzas públicas que establecen “zonas en las que está prohibido el desalojo” o los alcaldes de algunos municipios italianos que han requisado pisos que estaban vacíos. O los Fondos Populares para el Terreno y la Vivienda financiados por fondos transferidos del pago de la deuda externa y controlados por asociaciones de habitantes; el primer fondo de este tipo se creó con fondos de la cancelación de la deuda de Kenia a Italia y otros similares han sido propuestos para la República Dominicana y Perú. Ésta es también la base de las actividades representativas de la AIH (Alianza Internacional de Habitantes) en el Grupo Asesor sobre Desalojos Forzosos de la ONU AGFE.

Para lograr estos objetivos, la IAI ha propuesto la creación de un espacio global común para todos los movimientos sociales urbanos lo que incluye a más de 350 organizaciones de más de 40 países con el fin de coordinar las iniciativas locales, nacionales e internacionales.

Éste es un paso fundamental en la creación de una Asamblea Internacional de Habitantes, para el 2011, que debería basarse en el ritmos de las comunidades de los vecindarios a nivel local, nacional, continental y global para revitalizar una nueva Vía Urbana.

Hacia un pacto social urbano centrado en un nuevo ciudadano:

Al mismo tiempo, se ha invitado a ONGs, a organizaciones involucradas en campañas sobre derecho a la vivienda, a autoridades locales, a gobiernos progresivos y a instituciones de la ONU a que apoyen esta campaña.

El AIH ha pedido a organizaciones de todo el mundo que colaboren en la organización de días mundiales de ¡Cero desalojos! por el derecho a la vivienda en octubre de cada año, para celebrar el Día Mundial de Habitat de ONU-Habitat. Las actividades de 2007 marcaron un nuevo desarrollo con la Campaña Global “¡Luchemos juntos por una vivienda para todos!” lanzada por la AIH, la HIC (Coalición Internacional del Hábitat) y el FAL (Foro de Autoridades Locales). Esta acción se desarrolló durante cuatro meses, hasta el 26 de enero de 2008, Día de la Movilización Global del FSM (Foro Social Mundial). Aquel día tuvieron lugar unas cincuenta ocupaciones, debates y asambleas simultáneamente,y por primera vez en la historia decenas de miles de personas exigían el derecho a la vivienda sin fronteras, tanto en países ricos como en países pobres, en el norte y en el sur, en el este y en el oeste, y fueron testigos de la acción, de las propuestas y de la solidaridad internacional.

Hacia un pacto social urbano centrado en un nuevo ciudadano

El desarrollo armonioso de las ciudades, el respeto a los derechos fundamentales humanos y civiles y la mejora de las condiciones de vida de su población son objetivos, ambiciosos pero necesarios que exigen, más que nunca, la creación de un nuevo pacto social urbano que involucre a todas las partes implicadas (asociaciones de habitantes y movimientos sociales urbanos, autoridades locales y gubernamentales, activistas, académicos y demás) que compartan unos principios comunes (un compromiso con el derecho a la vivienda y con la ciudad, intervención pública, durabilidad, igualdad y la no discriminación). En este pacto, la autonomía y las diferencias entre las diferentes partes, incluidas lque tienen puntos de vista distintos, deberían considerarse como parte de la solución a los problemas y no como problemas que tengan que resolverse con las reglas del mercado o con la intervención policial.

Sin embargo, este nuevo pacto social urbano require que todas las partes involucradas se pongan de acuerdo en el significado material y simbólico de la ciudad para sus habitantes, para la región, para el país y para el mundo y en los principios compartidos que hacen posible vivir una vida civilizada en el corazón de la ciudad, como la igualdad de sexos o la igualdad socio-económica, la paz, la armonía y el buén hacer a la hora de controlar tanto conflictos como recursos.

Entre otras cosas, hace falta:

  • Respetar los derechos individuales y colectivos para la ciudad y en la ciudad.

  • Que no haya discrimininación racial, social, económica o de género.

  • Una propiedad colectiva de los bienes y propiedades públicas.

  • Reconocer la importancia fundamental del sector público y de la participación en el control del mercado.

  • Restringir los derechos de propiedades en pro de las necesidades e intereses sociales, especialmente en relación a recursos escasos como el agua y el terreno.

  • Planificar un desarrollo participativo.

En lo que respecta al desarrollo urbano y de la vivienda, hay que recordar que los problemas urbanos y medioambientales toman formas específicas dependiendo del contexto local y que, como consecuencia, las soluciones políticas propuestas tienen que ser flexibles y adecuadas a las circunstancias particulares, con un enfoque local y con soluciones para la mejora que sean apropiadas para cada área y tienen que llevarse a cabo con la participación activa de los habitantes de la ciudad y sus organizaciones y no a sus espaldas o en su nombre. Habra que abandonar las soluciones universales activas para la vivienda promovidas por agencias multilaterales, que el país beneficiario no puede modificar.

Sin embargo, para que esto pase, los países, y especialmente los países del hemisferio Sur, tienen que poder contar con los recursos necesarios así como con los programas adaptados a las necesidades reales de su población.

Desde esta perspectiva, los movimientos sociales proponen medidas prácticas como impuestos sobre las transacciones inmobiliarias especulativas y la creación de fondos populares para la vivienda y el terreno que hagan uso de los recursos que se deriven del pago de la deuda externa.

En base a esto, la Alianza Internacional de Habitantes pide a la ONU-Habitat que se acerque más a la gente para renovar su vocación de servir y su sensibilidad social, para dejar a un lado las filosofías privatistas y su inconmensurable confianza en un mercado que ha provocado tanto daño a los pobres. Con suerte seremos testigos de un nuevo pacto basado en un nuevo diálogo entre iguales y en el que las voces de los habitantes de todas las ciudades del mundo, los verdaderos constructores de la ciudad del futuro, serán oidas.

Cesare Ottolini, Coordinador de la Alianza Internacional de Habitantes, Agosto de 2008