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¡Indignados por el derecho a la vivienda!

No es casualidad la convergencia de tantas iniciativas globales en este caliente mes de octubre: entre otras, la Semana de Acción Global contra la Deuda y las Instituciones Financieras Internacionales, El Grito de los Excluidos y, precisamente, la mobilisación del día 15: Unidos por un cambio global.
Como tampoco es casualidad que, al mismo tiempo y en todos los continentes por primera vez, las organizaciones y las redes de habitantes se hayan movilizado al unísono con motivo de las Jornadas Mundiales por el Derecho al Hábitat.

Todas y todos a favor del rechazo a una deuda odiosa que no nos pertenece y a favor de que los estados, a quienes corresponde, paguen la deuda social de la cual somos acreedores legítimos.

Después de la primavera árabe, la revolución de Islandia y la resistencia de los pueblos griego y español, actualmente los indignados están creando escuela por todas partes, incluso en el corazón del imperio estadounidense: la lucha ataca hasta el fondo las fórmulas neoliberales propuestas por quienes se encuentran en el origen de la crisis global y reivindican alternativas sistémicas, basadas en la responsabilidad que tienen hombres y mujeres de construir y de gobernar un planeta con derechos humanos y sostenibilidad, con fraternidad y solidaridad; y no un enorme mercado de autodestrucción.

Una crisis estallada sobre la burbuja inmobiliaria del sector inmobiliario reducido a mercadería

Los habitantes se encuentran especialmente en el corazón de esta crisis, que estalló cuando la burbuja inmobiliaria se hizo insostenible; y son víctimas de un sistema político y financiero buitre que, de manera engañosa, propone la fórmula de “todos propietarios” para dar respuesta a la retirada del estado de las políticas de vivienda y de urbanismo.

Un sistema-buitre que ofrece fórmulas basadas en la destrucción de las viviendas vacías, inventariadas en decenas de millones, con el fin de imponer precios elevados; así como en el acaparamiento de las tierras comunitarias y públicas, en lugar de basarse en políticas de redistribución social a través de las cuales se podría alojar fácilmente al billion de personas sin hogar y alojadas en malas condiciones a nivel global.

Como base de estas fórmulas se encuentra un Pacto Social Urbano, ampliamente fundado en el sector inmobiliario reducido a mercaderia, cuyos efectos han sido cuestionado, en efecto; pero que hasta el momento ha sido ampliamente aceptado.

Sin embargo, aceptar de nuevo estas fórmulas envenenadas significa aceptar planes de ajuste estructural, condiciones que desmantelan las conquistas sociales, violan las obligaciones legales asumidas por los Estados que han ratificado la Carta de las Naciones Unidas, en la que destacan especialmente los artículos 55 y 56: “Todos los Miembros se comprometen a tomar medidas par para la realización de […] niveles de vida más elevados, trabajo permanente para todos, y condiciones de progreso y desarrollo económico y social; […] el respeto universal a los derechos humanos  y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión, y la efectividad de tales derechos y libertades”.

Especialmente si se tiene en cuenta que más de la mitad del planeta está urbanizado y que alrededor de 70 millones de personas corren el riesgo de ser desalojadas a causa de políticas capitalistas alimentadas por los choques (mediante bulldozers y deportaciones debido a las guerras, el urbanismo, las infraestructuras y las respuestas a los desastres y los cambios climáticos), estas fórmulas llevarán el número de precarios de viviendas a 700 millones más de aquí al año 2020.

Las luchas globales que se están desarrollando no tienen, por tanto, el objetivo único de hacer frente a estas fórmulas de política neoliberal que resaltan el saqueo más grande que se haya concebido jamás, basado en el saqueo de la democracia, insostenible para la humanidad y el planeta.

Esta vez el horizonte de las luchas es más ambicioso, pues desafía las raíces de la crisis sistémica del capitalismo.

Hacer frente a esta crisis sistémica, cada uno con sus propias competencias, pero de manera solidaria

En especial, los habitantes están jugando un papel esencial, de resistencia a los desalojos, ocupando las tierras y reciclando las viviendas desocupadas, con el fin de reactivar el uso social de los territorios, de experimentar y de proponer políticas públicas; pero con la consciencia creciente y responsable de que se trata de los fundamentos de un nuevo Pacto Social Urbano, basado en la prioridad de los derechos humanos y ambientales.

En efecto se trata de hacer frente a esta crisis sistémica, cada uno con sus propias competencias, pero de manera solidaria, puesto que los “acreedores” continúan proponiendo sus préstamos a los “endeudados” con el único objetivo de obtener su reembolso por la obligación de ceder a precio de saldo la soberanía de los bienes comunes (tierras, inmuebles, sectores estratégicos), de transferir la riqueza de las naciones y de repartir los poderes geopolíticos entre pocas manos.

¿Cuáles recursos? Impuestos a los ricos, recortar los gastos militares, cancelar la deuda, en todas partes

¿Cuáles son los recursos? No solo se trata de recortar los gastos militares y de hacer pagar las tasas por las transacciones financieras e inmobiliarias especulativas.

Por primera vez, la petición de cancelación de la deuda se convierte en una reivindicación común de todo el Sur global desvelado por la crisis, ya que los países realmente empobrecidos se encuentran actualmente en todas partes, y no solo en África, América Latina y Asia, sino también en Europa y en América del Norte.

Sí, la cancelación de la deuda, odiosa por haber sido contraída bajo el yugo de los planes de austeridad impuestos especialmente por el FMI, el BM, el BCE, el BAsD, en contra del interés de los ciudadanos, y del que los acreedores tenían conocimiento, se está convirtiendo cada vez más en una etapa considerada estratégica para la liberación de los recursos necesarios con el fin de pagar la deuda social contraída por los estados signatarios del PIDESC.

Las convergencias de los habitantes indignados, fuerza del cambio sistémico

Resulta difícil de creer que el 99% del planeta proponga ya la revolución necesaria para remontar la pendiente de este infierno, pero se hace cada vez más evidente para los sujetos movilizados y sus posibles aliados que es necesario empezar por alguna parte.

La Asamblea Mundial de los Habitantes, llevada a cabo durante el FSM de Dakar, ha contribuido enormemente en la maduración de esta consciencia.

La Vía Urbana y Comunitaria, que surgió de la AMH, es la respuesta que se está construyendo y consolidando en los territorios para transformar la indignación de los habitantes en la fuerza del cambio sistémico.

Y es que, cada vez más, las organizaciones y las redes de habitantes sienten la importancia estratégica de las convergencias, un espacio común y solidario de intercambio de experiencias, de elaboración de estrategias, de puesta en marcha de herramientas, de luchas y de la solidaridad g-local para hacer frente a este desafío global.

Por supuesto, aliados con todos los indignados, sin fronteras.


Il(la) Traduttore(trice) Volontario(a) per il diritto alla casa senza frontiere dell’IAI che ha collaborato con la traduzione di questo testo è

Ana María Bennasar López

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